A lo largo de casi un siglo del nacimiento del cine ecuatoriano, se
ha evolucionado notablemente, la técnica, la estética y la temática para
dar un verdadero salto hacia la pantalla grande. Las producciones
cinematográficas ya no se ligan a la representación de hechos, e incluso
se han abandonado las puestas en escena de tradiciones históricas.
Dentro
de la técnica, se han incorporado la homogeneidad, esto es, que el
actor debe dejar su acento para transmitir una voz limpia sin añejos.
Para mostrar la realidad, se ha cambiado el formato para presentar un
Ecuador contemporáneo con nuevas corrientes políticas, ideologías,
tabúes religiosos, desigualdad social, violencia y corrupción, sin dejar
nunca de lado sus bases e inspiración en la vida sociocultural
ecuatoriana.
La producción de cine en Ecuador comenzó en la
década de los 20, exactamente, hace 92 años cuando se estrenó la primera
película ecuatoriana, El Tesoro de Atahualpa. Esta película fue
dirigida y estrenada por el cineasta guayaquileño Augusto San Miguel en
1924.
“Al hablar de cine nos imaginamos las megas producciones
que se realizan en Hollywood, ese paradigma debe ir cambiando.
Latinoamericanos como yo somos fieles testigos de que el buen cine lo
hace el que lo ama.” Leonard Zelig, Productor de Translúcido.
Desde
el 2010, la producción nacional se ha visto beneficiada por una serie
de cambios en el ámbito legal. A raíz de la creación de institutos con
nuevas reformas y leyes en el área de la comunicación que promueven el
desarrollo de proyectos audiovisuales completamente nacionales.
El
artículo 97 de la Ley Orgánica de Comunicación en Ecuador (LOC) señala
que los medios de comunicación audiovisual, de origen nacional, deben
destinar de manera progresiva al menos el 60% de su programación diaria a
la difusión de contenidos de producción nacional. Por otro lado, la Ley
de Cine que se promulgó en 2006 consolidó algunos de los puntos
expuestos en la LOC.
Posterior a la toma de estas disposiciones
legales, el fenómeno migratorio que se vivió en Ecuador desde 1999, fue
plasmada en Prometeo Deportado. Este producto se estrenó a nivel
nacional en todos los cines ese mismo año. Lo que abrió paso para que
una docena de películas se pongan en cartelera.
Para Juan Martín
Cueva, director del Consejo Nacional de Cine, el hecho que exista
producción nacional, es un indicador de la existencia del cine
ecuatoriano. “Hay películas hechas en Ecuador, películas ecuatorianas
hechas por ecuatorianos en el extranjero. Sin embargo, si se habla de
presupuestos, difusión y apoyo, es evidente que el cine se ve atrapado
en ese círculo vicioso”, asegura Cueva.
A pesar de las
dificultades expuestas por los productores, películas como: Sin muertos
no hay carnaval, Translúcido y Alba, han llenado de expectativa al
público ecuatoriano. “La gestión es difícil, quizá al ser imagen
encuentras apoyo más rápido, pero no es sencillo”, comenta Roberto
Manrique, productor y protagonista de Translúcido.
Gabriel
Campoverde, uno de los espectadores del transmedia Tranlúcido sostiene
que las producciones han subido de calidad; la fotografía, el color y
sonorización son muy buenos. “Le falta algo y tiene que ver con el
libreto, las películas deben dejar un mensaje claro, ya sea intencional o
no; sin embargo, el mensaje en nuestras producciones se queda en el
limbo”, agregó Campoverde.
El cineasta ecuatoriano Miguel Alvear
argumenta que el cine ecuatoriano era por naturaleza artesanal, marginal
y tenía muchos problemas para llegar a las audiencias. Además las
temáticas no variaban. Siempre eran tres los temas a tratar: el primero
era violencia y sicariato, el segundo era migración, pobreza o ruptura
familiar y por último, lo sobrenatural y el más allá.
Luego de
seis años de apogeo cinematográfico, para Christian León, experto en
comunicación audiovisual, identificar el cine ecuatoriano resulta
todavía complejo. Para él, la cinematografía ecuatoriana es
absolutamente emergente, en el sentido de que no tenemos tradición.
En
las producciones nacionales no se identifican rasgos culturales propios
pero, en las temáticas de los filmes se pueden observar dos cosas: “el
realismo y la temática social”. En años atrás, eran bastante
recurrentes; ahora, se ha ido diversificando, lo cual es algo muy
saludable en el cine ecuatoriano.
La evolución del cine
ecuatoriano ha tenido un balance positivo en los últimos seis años. La
producción ha incrementado. Sin embargo, existen aún falencias en las
obras ecuatorianas, en las cuales se deben trabajar.
Según León,
la realización de varias producciones nacionales tipo documental, como
el caso de Con mi Corazón en Yambo, de María Fernanda Restrepo o La
Muerte de Jaime Roldós, de Manolo Sarmiento son la tendencia de los
realizadores actuales para resolver conflictos con el pasado. Por otro
lado, también se tienen películas de género ficción basadas en hechos
reales como las películas recién estrenadas: Distante Cercanía, de Alex
Schlenker o Mono con Gallinas, de Alfredo León.
Alvear considera
que para mejorar la calidad de audiovisuales nacionales se deben
realizar diferentes actividades, entre ellas: seguir un esquema de cine
festivalero con las escuelas de cine y los fondos nacionales e
internacionales. Se debe buscar la forma de crear historias que rompan
estereotipos y toda relación con los consumidores de Hollywood, para
finalmente, elaborar guiones y un acercamiento con el público para saber
qué es lo que desea en verdad.
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