lunes, 12 de diciembre de 2016

El cine ecuatoriano Cada vez más cerca de la meta

Por: Jane Machado y Demetrio Carrasco

A lo largo de casi un siglo del nacimiento del cine ecuatoriano, se ha evolucionado notablemente, la técnica, la estética y la temática para dar un verdadero salto hacia la pantalla grande. Las producciones cinematográficas ya no se ligan a la representación de hechos, e incluso se han abandonado las puestas en escena de tradiciones históricas.
Dentro de la técnica, se han incorporado la homogeneidad, esto es, que el actor debe dejar su acento para transmitir una voz limpia sin añejos. Para mostrar la realidad, se ha cambiado el formato para presentar un Ecuador contemporáneo con nuevas corrientes políticas, ideologías, tabúes religiosos, desigualdad social, violencia y corrupción, sin dejar nunca de lado sus bases e inspiración en la vida sociocultural ecuatoriana. 

La producción de cine en Ecuador comenzó en la década de los 20, exactamente, hace 92 años cuando se estrenó la primera película ecuatoriana, El Tesoro de Atahualpa. Esta película fue dirigida y estrenada por el cineasta guayaquileño Augusto San Miguel en 1924.
“Al hablar de cine nos imaginamos las megas producciones que se realizan en Hollywood, ese paradigma debe ir cambiando. Latinoamericanos como yo somos fieles testigos de que el buen cine lo hace el que lo ama.” Leonard Zelig, Productor de Translúcido.
Desde el 2010, la producción nacional se ha visto beneficiada por una serie de cambios en el ámbito legal. A raíz de la creación de institutos con nuevas reformas y leyes en el área de la comunicación que promueven el desarrollo de proyectos audiovisuales completamente nacionales.

El artículo 97 de la Ley Orgánica de Comunicación en Ecuador (LOC) señala que los medios de comunicación audiovisual, de origen nacional, deben destinar de manera progresiva al menos el 60% de su programación diaria a la difusión de contenidos de producción nacional. Por otro lado, la Ley de Cine que se promulgó en 2006 consolidó algunos de los puntos expuestos en la LOC.
Posterior a la toma de estas disposiciones legales, el fenómeno migratorio que se vivió en Ecuador desde 1999, fue plasmada en Prometeo Deportado. Este producto se estrenó a nivel nacional en todos los cines ese mismo año. Lo que abrió paso para que una docena de películas se pongan en cartelera.

Para Juan Martín Cueva, director del Consejo Nacional de Cine, el hecho que exista producción nacional, es un indicador de la existencia del cine ecuatoriano. “Hay películas hechas en Ecuador, películas ecuatorianas hechas por ecuatorianos en el extranjero. Sin embargo, si se habla de presupuestos, difusión y apoyo, es evidente que el cine se ve atrapado en ese círculo vicioso”, asegura Cueva.
A pesar de las dificultades expuestas por los productores, películas como: Sin muertos no hay carnaval, Translúcido y Alba, han llenado de expectativa al público ecuatoriano. “La gestión es difícil, quizá al ser imagen encuentras apoyo más rápido, pero no es sencillo”, comenta Roberto Manrique, productor y protagonista de Translúcido.

Gabriel Campoverde, uno de los espectadores del transmedia Tranlúcido sostiene que las producciones han subido de calidad; la fotografía, el color y sonorización son muy buenos. “Le falta algo y tiene que ver con el libreto, las películas deben dejar un mensaje claro, ya sea intencional o no; sin embargo, el mensaje en nuestras producciones se queda en el limbo”, agregó Campoverde.

El cineasta ecuatoriano Miguel Alvear argumenta que el cine ecuatoriano era por naturaleza artesanal, marginal y tenía muchos problemas para llegar a las audiencias. Además las temáticas no variaban. Siempre eran tres los temas a tratar: el primero era violencia y sicariato, el segundo era migración, pobreza o ruptura familiar y por último, lo sobrenatural y el más allá.

Luego de seis años de apogeo cinematográfico, para Christian León, experto en comunicación audiovisual, identificar el cine ecuatoriano resulta todavía complejo. Para él, la cinematografía ecuatoriana es absolutamente emergente, en el sentido de que no tenemos tradición.
En las producciones nacionales no se identifican rasgos culturales propios pero, en las temáticas de los filmes se pueden observar dos cosas: “el realismo y la temática social”. En años atrás, eran bastante recurrentes; ahora, se ha ido diversificando, lo cual es algo muy saludable en el cine ecuatoriano.

La evolución del cine ecuatoriano ha tenido un balance positivo en los últimos seis años. La producción ha incrementado. Sin embargo, existen aún falencias en las obras ecuatorianas, en las cuales se deben trabajar.
Según León, la realización de varias producciones nacionales tipo documental, como el caso de Con mi Corazón en Yambo, de María Fernanda Restrepo o La Muerte de Jaime Roldós, de Manolo Sarmiento son la tendencia de los realizadores actuales para resolver conflictos con el pasado. Por otro lado, también se tienen películas de género ficción basadas en hechos reales como las películas recién estrenadas: Distante Cercanía, de Alex Schlenker o Mono con Gallinas, de Alfredo León.

Alvear considera que para mejorar la calidad de audiovisuales nacionales se deben realizar diferentes actividades, entre ellas: seguir un esquema de cine festivalero con las escuelas de cine y los fondos nacionales e internacionales. Se debe buscar la forma de crear historias que rompan estereotipos y toda relación con los consumidores de Hollywood, para finalmente, elaborar guiones y un acercamiento con el público para saber qué es lo que desea en verdad.

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