“Hay que sentir lo que se hace porque si no, no es danza. El arte no tiene sexo es como un ángel”
Jordy Zambrano, tiene 19 años, es bailarín del Ballet Ecuatoriano de
la Cámara de Quito. Zambrano comenzó a bailar, desde los cinco años,
folclore y jazz, y desde entonces “nunca dejó de dar vueltas”. El gusto
por el ballet clásico inició a los doce años, en la escuela del Teatro
Centro de Arte de Guayaquil. En un
principio entró con prejuicios sobre
este estilo pero se dio cuenta que estaba equivocado y que era lo más
“hermoso que podía experimentar”.
Para Jordy la danza realizada
por hombres es algo natural, a pesar de que culturalmente en el Ecuador,
se piensa que el ballet es solo para las mujeres. “Hay muchos
bailarines hombres que han sido unas estrellas en este arte, y pues como
dicen mis maestros tú eres hombre y como hombre tienes que salir al
escenario, detrás del escenario puedes ser quien tú quieras. Y eso es
verdad”, argumenta.
El año pasado Zambrano, experimentó el terror
de todo bailarín. Una luxación de rotula en plena función impidió que
continuara bailando por seis meses. El dolor físico no era el más fuerte
sino el ver a sus compañeros bailar sin él. Sin embargo, este año ha
podido regresar al escenario y “no quiere parar”.
Peter
Ronquillo, manifiesta a Revista Los Trece que la motivación de bailar se
lleva en la sangre. “Cuando era niño estaba relacionado con el baile en
eventos infantiles o algún evento escolar. Pero fue hasta cuando entré
en la universidad que pude ver algo profesional, en la carrera de danza,
eso fue a mis veinte años, hoy tengo veintinueve”.
Ronquillo
quien también es arquitecto, ha desarrollado un sin número de
habilidades desde sus estudios superiores que han provocado una
evolución en su arte. “Estudiando dos carreras al unísono, se fueron
desarrollando un sin número de analogías y criterios que aunque
pareciera difícil de ver, están completamente ligados”.
Peter no
recibió por completo el apoyo de sus padres al estudiar danza, él nos
comparte que la arquitectura “escudó bien” su pasión por danzar.
“Estudiar arquitectura fue una gran excusa para escudar que también me
estaba preparando como artista, sin embargo, con el tiempo mis padres
fueron contemplando todo mi desarrollo y ahora se sienten orgullosos”. Este
artista manifiesta que el mayor enemigo del bailarín “es uno mismo”.
“Uno comienza con un sin número de dudas, a nivel social, religioso,
económico. Mi familia tenía un criterio deformado y yo tuve que
deshacerlo de mi cerebro y creer en cada cosa que iba realizando y
haciendo”.
Para Bertha Díaz, experta en temas de género la creencia de que el arte de la danza es de mujeres es una "tiranía".
"La
práctica danzaria para la sociedad en general es considerada todavía
como propia del ámbito de lo femenino, sin embargo tenemos nosotros la
suerte que si hurgamos en él, hay casos como el de Klever Viera y Wilson
Pico, que a pesar de que pasan los 60 años siguen indagando en el
movimiento y que han constituido un lenguaje. Y que las personas
encuentren en estos cuerpos masculinos una potencia importante para la
escena danzaria. Viera y Pico son los padres de este movimiento", afirma
Díaz.
La catedrática argumenta que históricamente el hombre en
la danza ha ocupado un rol importante y que por ignorancia evitamos que
se desempeñe a plenitud. "La misma función social trasladada a la danza.
Los bailarines eran los que cargaban con el cuerpo femenino, pero es
interesante ver cómo la danza contemporánea hace que el hombre destruya
ese patrón y explore las capacidades y plasticidades poéticas que tiene
su propio cuerpo".
En Guayaquil, no existe un registro exacto de
cuántas academias existen, ni tampoco de cuántos bailarines practican
ballet o danza contemporánea. Sin embargo, cada vez hay más hombres que
deciden realizar de este arte una carrera de vida, afirma Nathalie
Elghoul, bailarina y directora de la Fábrica.
“Son pocas las
(escuelas) que enseñan ballet para hombres, más se da a conocer la danza
contemporánea. Sin embargo, poco a poco se va desmitificando esa
mentira de que la danza es de mujeres. Porque el hombre es necesario y
su corporalidad nos invita siempre a crear nuevas imágenes en el arte",
concluye la artista.

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